Quim Manresa y Romain Fornells realizaron muy buen trabajo con Casa Leopoldo, pero vino la pandemia. Después de una breve temporada cerrado –¡y un pequeño paréntesis como restaurante chino!– el grupo Banco de Boquerones se hizo cargo de Casa Leopoldo a principios de 2024. No han hecho grandes cambios estéticos –y tampoco podrían hacer demasiados, porque las maravillosas baldosas portuguesas, de 1929, año de apertura, son patrimonio catalogado. ¿Y qué sentido tendría cambiar un local inmortalizado en las novelas de Carvalho y que fue la segunda casa de Vázquez Montalbán y sus amigos? Pequeñas modificaciones: una mesa dedicada a Manuel Vázquez Montalbán –donde pasaba horas y horas comiendo y escribiendo– y haber erigido un salón privado de color rosa en honor a Rosa Gil. Y sobre todo convertir una de las salas del sitio en una estancia también dedicada a Manuel Vázquez Montalbán.
¿La comida? La la mar de bien, y a un precio más contenido que en la etapa vintage. La carta es cocina catalana clásica, con platos como un buen suquet de rape –denso, se nota una buena picada, y el pescado es fresco y evita la gomosidad de chicle. Han mantenido platos canónicos de la casa, como la cola de buey en el vino tinto, hecha según la receta que dejó escrita Rosa Gil. Es buena y se deshace en la boca, y también tiene un buen equilibrio con la gelatina. Y alguna pequeña innovación que seguro hubiera gustado a Terenci, Maruja y compañía, como un timbal de pies de cerdo con hinojo y manzana.
