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Lo mejor de cada barrio: Poblenou

Un barrio donde siempre se llega a la playa por el lado soleado de la acera, ideal para tener hijos

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El garaje de mi casa
© Greg Gladman / Time Out

El garaje de mi casa

En la calle Pallars, entre Llacuna y Roc Boronat -entonces Lutxana-, estaba el Garage Club, sala de conciertos que por instalaciones era un antro pero que por programación fue epifánica para quien escribe. Noches históricas vividas allí: Mark Lanegan (con uno de Dinosaur Jr., y uno de Soundgarden!), y The Hives, por citar dos. Cerró en el año 2002, pero en una pirueta de las casualidades de la vida, el ingreso a la vida adulta me vino marcado por la paternidad y por comprar un piso justo delante de donde se levantaba el Garage. Vamos, que cada mañana cuando bajo las escaleras recuerdo dónde estoy y de dónde vengo.
Sala Rocksound

Sala Rocksound

Pero el rock and roll no ha muerto en Poblenou. En la parte del barrio más desolada, con cierto regusto a Madmax y escondida por el gigante Razzmatazz, la sala Rocksound ofrece noches de rock memorables. Es un pequeño milagro: los bajos de una casa modernista que se cae a pedazos acogen una sala rockera que combina el olor a cerveza rancia con una sonorización cojonuda. Por allí pasan bandas locales como Surfin 'Sirles y visitantes como Stacie Collins, mezcla de camarera y camionera yanqui, practicante de un country-rock grasiento y sucio. Estamos en la CBGB de Barcelona.
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Kidfriendly

Kidfriendly

Poblenou es un barrio de niños. Y a ellos se dirige The Papas & the Mamas (Rambla del Poblenou, 127): una cafetería con suelo de madera, mucho espacio y zona de juegos.
Mr Brown Store

Mr Brown Store

Por fuera parece un videoclub corriente, de aquellos con expendedor automático. Pero en realidad Mr. Brown Store es una tienda de cómics de primera y segunda mano, de dimensiones generosas y preferencia por el cómic norteamericano de terror y de superhéroes. En un terreno baldío para el frikismo pop como es el del barrio del Poblenou, una visita aquí siempre anima una tarde de sábado. El propietario tiene conexión mental conmigo -la virtud de exponer los libros que me interesan- y aún más importante: no busca conversación. Una visita de media hora se salda con un civilizado "buenos días, me cobra, adiós". Como debe ser.
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