¿Habéis comido alguna vez lamprea, ese pez primitivo sin cabeza que da un poco de miedo? ¿Queréis llenaros de lacón o pulpo del bueno y no queréis dejaros el sueldo? ¿Sabéis qué es el raxo? Es lomo de cerdo adobado con pimentón, te puede contestar los amables camareros del bar del Centro Galego de Barcelona, una especie de vestigio del siglo XX en plena urbe del XXI.
Si bajas la rambla de los Caputxins, a mano derecha, entre tiendas de recuerdos, hostales y tablaos, hay un portal amplio, de techos altos, mármol blanco y antigua solera. En el primer piso, como escondido, encontraréis una casa regional de las más activas de la ciudad, la de Galicia, con más de 120 años de existencia, que se dice rápido.
Para los parroquianos del Centro y para todo aquel que quiera comer o beber, el bar ofrece un rincón tranquilo y familiar donde degustar platos típicos gallegos o incluso, de vez en cuando, en una de sus espaciosas salas interiores, ver tocar a músicos como el genial Raimundo Amador, el aflamencado Javier Ruibal, los locos Manos de Topo o los excitados Mujeres. A mediodía hacen suculentos menús por unos 10 euros: precios asequibles y buena materia prima. Organizar ferias temáticas de comida y bebida, por ejemplo, de la empanada o del vino ribeiro.
Cuando estéis en la Rambla y no sepáis dónde caeros muertos, ir al primer piso del número 37 y os sentiréis como en casa de la abuela gallega que nunca habéis tenido.