Costa Brava

Hace años, el brazo armado –con sprays– del MAVP (Moviment d’Alliberament de Vallcarca i Putxet) exigió a golpe de pintada una playa en la plaza de Lesseps.
Si alguna vez los habitantes de Gràcia pudieran zambullirse, la Bodega Costa Brava, que está a cuatro calles, sería el lugar idóneo para plantar la caña y pescar.

La taberna, con botas de vino, neveras de madera, baldosas hexagonales, reloj de Cacaolat y mesas de mármol, tiene 60 años y a principios del 2000 iba de capa caída. En 2004 un roquero empedernido, Albert, se la hizo suya, hasta que en el 2011 Xavi, que trabajaba de camarero en el Heliogàbal, cogió el relevo. Albert y Xavi se había conocido en el 1999 limpiando anchoas en La Llesca de la Travessera de Gràcia y este pescado salado ha marcado el destino de la taberna, encaminándola hacia los vermuts y la buena música. Si a Albert lo enloquecía  Kyuss y Led Zeppelin, Xavi es más de Rocket From The Crypt, Nueva Vulcano o los Buzzcocks.

En el Costa Brava puedes comer buenos embutidos y quesos, y también croquetas y sardinas en escabeche hechas por Joana o las deliciosas magdalenas y galletas de Hara. Comida sencilla y de calidad a precios asequibles –el quinto a 1,5 €, la tapa de fuet, queso y olivas con pan con tomate, 4,5 €–,  buen ambiente y gran selección musical. Se está de maravilla.