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Llucia Ramis

Llucia Ramis y la melancolía de los veranos eternos

En 'Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes' Llucia Ramis reflexiona sobre lo que sucede cuando aparcas la infancia y te enfrentas al mundo real

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Con el tiempo, supongo, todos los que ahora somos jóvenes perderemos la fe. "Para los de mi quinta, la transición fue igual que una religión-dice Ramis-. Y mis padres eran creyentes, socialistas, hombres de pro, convencidos de que con el fin del franquismo comenzaba un futuro mejor ". Pero ahora tiene 35 años, está sentada delante mío en una cafetería del Born y me cuenta que hace unos meses migró a la Argentina a ver si encontraba más suerte que aquí. "Aparentemente lo he hecho todo bien: he estudiado, no vengo de una familia desestructurada ni he tenido problemas con las drogas-dispara. Pero las cosas no me han ido redondas. Estoy compartiendo piso y las paso putas para llegar a fin de mes ".


Cuando tenía siete años, envió una carta al Palacio de la Zarzuela para hacerle saber al príncipe Felipe que era muy guapo. "Había leído en algún lugar que siempre respondía la correspondencia". Nosotros, que sólo somos monárquicos si nos toca el bicho de porcelana en el roscón de Reyes, ya nos alegramos que en realidad el heredero de los Borbones fuera un desconsiderado. "El hijo de puta no contestó nunca-dice la ultrajada-. Tú te crees? ". Es con desengaños como este que los niños pierden la ingenuidad y se transforman en adolescentes hoscos y rebeldes.


Esto, supongo, ya nos ha pasado a la mayoría. Es el tema de Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes. No, no la corona española, sino los chicos que crecen. "En el fondo vuelve a ser una novela generacional, como Egosurfing o Coses que et passen a Barcelona quan tens 30 anys-cuenta Llucia-. Pero aquellas las escribí para divertirme, y para divertir al personal ". Y aquí ha arrugado el entrecejo y se ha puesto seria. El título viene de un verso de Pere Gimferrer. "Le pedí permiso para utilizarlo, porque resume perfectamente mi pregunta: ¿qué pasa cuando aparcas la infancia y te enfrentas al mundo real?". Pues que, por desgracia, los veranos ya no duran tres meses. "Y todos echamos de menos nuestro Verano azul".

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