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La Xula Taperia: momento cañeo

Combinación interesante: la efervescencia de la caña y tapa madrileña con la cocina creativa, en Gràcia

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Los buenos degustadores de lúpulo, esos de cremoso bigote blanco, pontifican que, en Barcelona, no tiran bien la cerveza. Se diría que en la ciudad dominan los orinales. ¿Será cierto? No soy experto en serpentines, ni comparador de cebadas burbujeantes, pero sí me he dado cuenta de que, en La Xula, Tamara Lefelman domina el grifo, prepara con mimo la caña de Alhambra y el resultado convence más que un peluquín. Un par de dedos de crema, buena temperatura, líquido reposado. Tamara da la receta: "Hay que desperdiciar un poco de cerveza. Echar espuma, reposar, más espuma". He preguntado a catedráticos de la birra y han concluido: "Una de las mejores de la ciudad".

Esta es la hora del "cañeo", de dar caña. "Con cada caña, regalamos una tapa. Para hoy hemos preparado zanahoria especiada y tortilla de patata". La oferta es un imán en la República de Gràcia y durante el rato que ocupo un taburete entran y salen sedientos en pareja o grupos con gusto por el trago amarillo. Me agrada más la palabra "cañeo" que la inglesa y ulcerosa afterwork. Los estupendos de las tendencias hablan del afterwork: es eso tan antiguo de pasar por el bar. Esto va por horas, de la tarde a la noche: "momento cañeo", momento ceneo y momento copeo. Loris Fernández y Tamara distribuyen vasos como quien tira las cartas.

Tamara –que estudió sociología y ahora practica esa ciencia social en la barra– y David Guizy –pareja, socio y cocinero con el que comparte el cátering A Punto– son madrileños y de ahí el nombre del espacio, con la x que catalaniza: La Xula Taperia. El chef tiene un currículo con espuma, bien tirado: pasó por la Hacienda Benazuza (Sevilla) cuando bullineaba y Comerç 24. Esa alta cuna gastro es difícil de aplicar en este lugar de rejoneo, aunque deja rastro en la espuma de fuagrás que acompaña las alcachofas con torreznos.

Le pregunto a David cuál es el estilo de cocina, asunto que aturde a los jóvenes chefs: "Cosas que me gustan. Quiero hacer bien las cosas que he aprendido. Y a buen precio". Podría haber resumido: cocina chula, porque lo es. Porque es chula la coca con tataki de atún, mostaza y cebolla. Y la sardina a la veneciana, "estilo Xemei". Y el pastel con mango y avellanas caramelizadas. Me atrae el salmón marinado con remolacha, aunque la raíz se ha comido al pez. Disfruto con el canelón de butifarra y ceps, ep, que se escapa un pedazo. El burrito de pringá, espinacas y queso encaja bien con esa restauración del bocadillo que llega. Es atrevido el calçot con praliné de frutos secos, aunque a la cebolla le sobran capas.

Lo chulo es sentarse, conversar con Tamara, buena socióloga que dirige frases amables a los habituales ("Pili, te has cambiado el pelo"), espumarse con la birra y empalmar el momento cañeo, con el momento ceneo y el momento copeo.


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Combinación interesante: La Xula Taperia mezcla la efervescencia madrileña de la caña y tapa-con cada bebida ponen un bocado gratis-con la cocina creativa. Sus cañas están tiradas de una manera inmejorable, y las tapas se asimilan a la cocina creativa en pequeño formato y ánimo muy informal. ¿Ejemplos? La torta con tataki de atún y mostaza o el burrito de 'pringá' -la carne del asado andaluz-, espinacas y queso.

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