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Muy apropiado. En tiempos de corrupción, he aquí una película que aborda la cuestión desde una ficción tan simple como improbable. Nicholas Hostetler, alcalde de Nueva York, contrata Billy, un detective privado apartado de la policía tras un tiroteo en un barrio marginal, para que espíe a su mujer. El aparente caso de cuernos da paso a la trama política. Y la premisa da pie a un gran despliegue de giros en el guión. El alcalde intenta engañar al detective. El director, Allen Hughes, intenta sorprender al espectador.
'La trama' se mueve en el terreno del thriller con poca acción. Lo que importa no es tanto el músculo como los cambios de dirección en la historia. El principal problema, sin embargo, es que los elementos de que dispone no dan pie a sorpresas. Tenemos la pareja poderosa y el detective íntegro pero con un pasado oscuro, y tenemos un barrio empobrecido que está a punto de ser renovado por una gran constructora. Es decir, tenemos el cóctel perfecto para una trama de corrupción con héroe de fondo: especulación inmobiliaria, el poder político y un hombre con ideales que no acaba de entender qué pasa. Y la ciudad de Nueva York, que no es simplemente un decorado. Hughes se siente más cómodo en el retrato crítico de las altas esferas que en la aproximación a los espacios donde viven las clases bajas.
El conjunto de edificios que originan la trama corrupta no son más que un elemento dentro del relato. En cambio, los halls de los hoteles, las recepciones y los despachos recargados sirven para describir los personajes. Por ello, uno de los mejores momentos de la trama es la imagen de la mujer del alcalde arreglándose frente al espejo, con el marido detrás, que muestra por fin su gusto por el poder y para manipular a los demás.
'La trama' propone un relato en torno a los valores sociales, en torno a aquellos que ponen el bienestar colectivo por encima del beneficio propio. Es, en cierto modo, una fábula americana, en la que un individuo puede ser pieza clave dentro de un entramado mayor que él. Las intenciones del film pueden ser buenas. Le falta, sin embargo, suficiente fuerza visual porque la ficción supere, definitivamente, la realidad.