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Hace un par de décadas, cuando la carrera de Jeunet despegaba y la de Terry Gilliam empezaba a jugar a la ruleta rusa, buena parte de la crítica convertía sus estilos, de tendencia hacia la hipérbole, en hermanos gemelos. Era una comparación precipitada y de lo más fácil que ahora nos estalla en la cara con 'El extraordinario viaje de T.S. Spivet', que podría considerarse la versión Disney de 'Tideland'. Citamos una de las obras más malditas de Gilliam porque también estaba narrada desde un punto de vista infantil, aspiraba a ser pura Americana y se articulaba alrededor de un trauma. Pero la exuberancia de la puesta en escena de Jeunet, que hace brillar el 3D, no tiene nada que ver con el neogótico: la luminosidad del film topa con la tristeza de lo que explica, y da la impresión que el cineasta francés pone el complejo 'Amélie' por encima de las necesidades de la trama.